En los momentos de mayor dificultad —una enfermedad, una crisis familiar, una pérdida, una preocupación que nos desborda— a menudo buscamos consuelo, fuerza y respuestas. En esos momentos, muchos redescubren una herramienta simple y profunda: el Rosario.
Más que una repetición de oraciones, el Rosario es un camino de encuentro. Cada Ave María, cada misterio, cada decena, es una oportunidad para abrir el corazón, confiar y entregarle nuestras cargas a la Virgen María, que nos lleva a su Hijo.
La repetición de las oraciones no adormece, al contrario: tranquiliza. Nos ancla. Nos devuelve al presente, a lo esencial. Es como el latido constante de un corazón que sigue creyendo.
“Nunca he terminado un Rosario igual a como lo comencé. Siempre me siento más fuerte, más acompañada, más confiada” — comenta Carmen, quien reza el Rosario cada noche desde que falleció su esposo.
Te invitamos a hacer del Rosario tu refugio diario, especialmente en los momentos de mayor necesidad.
👉 ¿Cómo empezar hoy mismo?
No importa si te equivocas. La Virgen escucha tu corazón.
Ten un Rosario físico o visualízalo en tu mente.
Busca un lugar tranquilo.
Ofrece cada misterio por una intención.
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