En un mundo marcado por la prisa y la tecnología, los momentos en familia pueden volverse cada vez más escasos. Sin embargo, algunas familias están redescubriendo la fuerza que nace de orar juntos. Una de ellas es la familia Vega, de Puente Alto.
Todo comenzó en pandemia. Una de las hijas, que participaba en catequesis, pidió que rezaran juntos por su abuela enferma. “Al principio fue incómodo, nos daba vergüenza… pero lo hicimos”, recuerda Ana, la madre. Desde entonces, el Rosario se convirtió en su encuentro diario.
“No siempre lo hacemos perfecto. A veces uno está cansado, otro distraído. Pero lo hacemos. Y eso nos ha unido de una forma que no esperábamos.”
Hoy, la familia Vega no solo reza el Rosario: han creado un pequeño altar, y uno de los hijos incluso lidera la oración.
¿Qué cambió en ellos?
- Más paciencia entre hermanos.
- Diálogo con sentido.
- Menos pantallas, más conexión.
Y lo más importante:
“Volvimos a hablarle a Dios como familia”.